Dos partos, dos bendiciones, una gran lección

 Por: Lizary Canchaney

Leí mucho sobre cómo vencer ese gigante llamado «miedo al dolor de parto», pues era mi mayor obstáculo y literalmente lo enfrenté. Me OCUPÉ de vencerlo. 

En el mes de septiembre del  2004,  no recuerdo el día exacto, recibí la  hermosa noticia’de que sería madre.  ¡Dios había hecho el milagro! Había mucha ilusión, sería un  varoncito… ¡qué rico, todito de mamá! Gracias al plan médico, tomé las clases de parto gratuitamente.

Me preparé mucho, o al menos mucha “preparación “ en su cuarto (realmente quedó hermoso), mucha ropita, 2 coches, 2 car seat, 2 playard…  «Ahhhhhh estoy lista», decía.  Tenía «de todo». Sí, de todo lo que no hacía falta para recibir a mi príncipe. Las clases sólo me atemorizaron más y no aprendía nada de lactancia. No obtuve ningún conocimiento sobre lo que realmente es el parto ni de cómo cuidar correctamente a mi bebé.

Tenía 38 semanas y 2 días  y por fin llegó el día.  Sí ese gran día esperado, pero  por el médico y no precisamente por mi bebé. Era primeriza y  tenía cita con el doctor y de repente. Me dice «Mamá estas en 3».  «¡Waooo! ¿de verdad?”, pregunté con asombro. “Sí, te veo mañana a las 6:00 AM en sala de partos para continuar (o más bien inducirme) el parto”, respondió el doctor.

A pesar de no sentir nada, ingenua al fin, seguí sus instrucciones al pie de la letra. Llegué; prostaglandina vaginal y nada,  rompimiento de membranas y nada. A las  10 AM el médico administró  pitusina y ahí fue que comenzó a ponerse la cosa «buena». Momentos después, llego el «Sr. Demerol». No recuerdo mucho lo sucedido luego de esto, incluso llegaron a subir la dosis de pitusina. No podía respirar entre una contracción y la otra.»¿Pero qué es esto Señor?”,  me preguntaba. Eran las 6:00 PM cuando grité que ya no aguantaba más.  «Quiero la epiduraaaaaaaaal AHORA», grité.

Por fin llegó el anestesista.»Mamá firma aquí pero primero debes de leerlo “(2 hojas por ambos lados) Baaahh!! ¿Quién lee con tanto dolor? Lo único que quería era dejar de sentir el dolor. Firmé y vi “la luz”. Pero sólo por un momento, por que junto con los dolores se fueron también TODAS mis sensaciones físicas, mi instinto y mis ganas de pujar, era como si esa parte de mi cuerpo estuviera muerta. Tenía tanto demerol en mi cuerpo, que me acosté a dormir. A las  8:55 PM, se abre la puerta de sopetón.  “¡Mamá los latidos del bebé están bajando tenemos que sacarlo ya!” Cuando el doctor revisa, ya estaba en 10cm,  sabe Dios desde cuando, pero como no sentía nada ni cuenta me había dado de que estaba lista para pujar. «Puja mamá, puja».  Estaba perdida y desorientada. «¿Pero como pujo si no siento nada?”.  En ese momento, el doctor se  trepa encima de la barriga con su antebrazo. Luego procede a hacerme una grandiosa «cesárea vaginal» (episiotomía) . A las 9:01 PM, por fin salió mi bebé.

Fui parto «natural», pensaba. Pero, ¿después del nacimiento? ¿Ahora qué hago con este bebé soñoliento?   Me lo pego al pecho pero, ¿cómo? Entonces,  Dios hizo el milagro de que pudiera  conocer a Dr. Mario Ramírez. ¡Que bendición! Fui la  primera mujer en mi familia que amamantó a su bebé, luché contra piedras y murallas pero logré hacerlo por 1 año y 2 meses.

Una nueva experiencia

Agosto 2010: ¡El análisis resultó positivo! Ufff…  ¡este sí que se nos chispoteó! Mi esposo y yo estábamos impactados, pero todo fue calmándose poco a poco. Tal pareciera que fui masoquista, porque volví a tratarme con el mismo doctor. Pero la decepción por el primer parto fue tan grande  que decidí buscar alternativas REALES.

Hablé con varias amigas que habían parido recientemente y mi conclusión fue que las que me hablaban del parto como una experiencia dolorosa y negativa eran porque se habían tenido un proceso «como se acostumbra», con doctores y en el hospital. Sin embargo, las que me contaban de sus hermosas experiencias de parto y de cuan hermoso y llevadero fue el proceso eran las que parían en su casa con doulas y parteras y…  ¡eso era lo que quería yo! Se lo comenté a mi esposo y me miró como si me estuviera volviendo loca o algo parecido.

Un día hablando con una amiga me dijo estas sabias palabras: «Yo parí en mi casa y mi marido no estaba de acuerdo y le dije: “la que va a parir soy yo, es mi cuerpo, es a mí a quien le va a doler  y soy yo la que voy a pasar el trabajo de parir”. Entonces, exactamente eso mismo le dije yo al mío, le di. Fue como si le diera  «copy/paste» a la oración exacta y se la “espepité”!  (jajaja)

Me miró igualmente como si me estuviera volviendo loca pero esta vez no me importó. Ahí fue que me di cuenta de que era mi deseo el que debía concretarse y comencé a buscar orientación correcta del parto humanizado, de lo que significa realmente apoderarse del parto. Fue toda una escuela pues esta vez lo quería hacer completamente natural. En aquel momento conocí a mi hermosa doula Yari! Con ella aprendí mucho, sobre todo a creer en mí, en las capacidades que Dios nos da a las mujeres, en cuan fuerte soy, aprendí a confiar en mi instinto el cual NO SE EQUIVOCA.

Leí mucho sobre cómo vencer ese gigante llamado «miedo al dolor de parto», pues era mi mayor obstáculo y literalmente lo enfrenté. Me OCUPÉ de vencerlo. Tenía 38 semanas y era día de cita médica, mi doula me advertía y recomendaba previo a la cita y justo lo que ella me decía era lo que sucedía.

Mi doctor desesperado por inducirme me decía cosas para intimidarme y hacerme flaquear, todo con la mejor intención de tener un parto a su comodidad y no precisamente a la conveniencia mía y de mi bebé. El doctor me llegó a apodar la «rebelde» porque no lo dejaba salirse con la suya pues estaba tan consciente de todo, tan clara y segura de mis decisiones, le decía: «No se preocupe doctor,  si conmigo se va a robar los chavos del parto. Yo le voy a llegar en 10cm al hospital y suerte si llega a tiempo para cachar al muchachito». En cada cita era más fuerte la presión que sentía por parte de los médicos para inducirme como si esa fuera la «regla del juego» y yo que noooooo…  De otro lado, la gente presionando con la bendita pregunta:  «¿pero y tu cuando piensas parir?? » Vas pa’ burra» Baahhh…

Llegaron las  40 semanas, tuve cita médica y mi bebé,  nada de nada. Mi médico histérico como si se fuera él quien tenía que parir y literalmente eso le dije: «Doctor no se preocupe tanto si soy yo la que voy a parir, relax».  Su cara valía más que mil palabras, pero finalmente le dije lo veo en el hospital pero hoy no.

Comenzó mi parto

 Ese día por la noche presentía que ya bebé se estaba acercando.  Era 9 de marzo (40 semanas, 1 día) 1:45 AM aproximadamente.  Me despertaron las contracciones, eran cada 10 minutos aproximadamente.  Me volví a dormir y a las 3:30 AM me despierto de nuevo, contracciones cada 7 minutos, decido llamar a mi hermana que vive en Italia y son  6hrs de diferencia. Fue de gran apoyo hablar con ella.

Mi marido se despierta, me mira, mira el reloj, me pregunta si estoy bien. Le contesto que sí pero que bebe viene de camino. Se levanta  eufórico y le dije:  «duérmete que todavía no».El hizo lo propio. A las 6:00 AM ya no podía dormir, y a las 9:00 AM llamo a mi Doula: «Yariiiiiii tengo contracciones… pero relax que todavía me puedo reír!»

Seguía aflorando mi instinto maternal, me sentía tan bien, tan segura de mí, tan feliz de saber que había llegado el día tan esperado y dejé que todo fluyera. Fui obediente a la naturaleza e hice todo lo que mi cuerpo me pedía, pasaron las horas y las contracciones aumentaban su intensidad y frecuencia. Llegó el momento en que sentí la necesidad de estar sola y eso mismo hice, reclamé mi espacio, mi privacidad, le pedí a mi esposo que se fuera a trabajar y prácticamente lo obligué a dejarme sola, el muy obediente se fue en contra de su voluntad, le dije que me iba a meter a bañar un rato y que apagaría el teléfono y eso hice.

Llené la bañera de agua tibia y el alivio fue tanto que me quedé dentro del agua por aproximadamente una hora, me lavé el pelo, me lo sequé con blower y hasta una buena plancha me pasé, cada vez que me llegaba una contracción soltaba el blower o la plancha, respiraba profundo y luego continuaba hasta que finalmente quedé REGIA =).

Las contracciones seguían avanzando y yo caminaba por toda mi casa, comí y bebí todo lo que quise, ME SENTÍA LIBRE. Esa sensación de libertad me dio tanta confianza que llegué a pensar que no necesitaría a mi querida doula, pero ese pensamiento me duró muy poco pues según fueron avanzando las contracciones, llegó el momento que la quería bien cerquita de mi, hasta que por fin llegó mi doula y me puso a caminar, y yo me preguntaba cómo iba a caminar con aquellas contracciones, pero me puse mis tenis y a caminar se ha dicho.

Nos fuimos por la urbanización y jamás pensé que iba a “saludar” tantos postes de alumbrado (jaja). Es que me detenía y sujetaba de cada uno de ellos mientras pasaba cada contracción. Ya las contracciones apretaban cada vez más, hasta que la caminata me dejó de dar gracia y le pedí a mi doula que entráramos a la casa, ya estaba el proceso intenso, y fue en ese momento cuando mi doula me dio el mejor masaje que he recibido en mi vida. Ese masaje disminuía la molestia de la contracción casi hasta un 50%, uffffff.  Era un alivio tan grande el que sentía… Hasta que en una contracción mientras me daba el masaje sentí el deseo de evacuar y mi doula me indicó que si sentía lo mismo en las próximas contracciones era momento de ir al hospital y en efecto así fue.

En  ese preciso momento reconocí que debí tomar una mejor decisión y pensé en que por qué si estaba tan cómoda en mi hogar, tenía que ir al hospital. Me Arrepentí tanto de no haber tomado la decisión de parir en casa. Entonces fue que me di cuenta de que me había concentrado tanto que me olvidé por completo de mi esposo y lo lejos que él estaba y lo cerca que estaba nuestro bebé de llegar, lo llamé y le dije que salía para el hospital en ese preciso momento y fue mi doula quien condujo mi guagua hacia el hospital.

Mi mamá estaba sentada en la parte posterior y yo me preguntaba una y otra vez el por qué tenía que ir al hospital, me negaba a ir a ese sitio tan frío, pero ya era muy tarde para cambiar de parecer, ya mi bebe estaba ahí, y entré al hospital caminando como cualquier persona bajo cualquier circunstancia normal, tomé el elevador que utiliza la visita, eran como las 7:20 PM aproximadamente.

Entré a la sala de partos caminando y al final del pasillo se encontraba mi médico. Cuando le ví la cara pensé: «este me va a estasajar, vamos a salir de esto rapidito por que tiene cara de estar súper cansado». Efectivamente, todo fue súper rápido. Me hicieron sentir como si fuera una emergencia y me desenfoqué, después de haber estado tan controlada y concentrada.

El doctor me revisó vaginal y me dijo que estaba en 9 de dilatación y yo feliz porque sabía que a papá le daría tiempo para llegar. Pero luego de eso las enfermeras y el doctor me pusieron nerviosa, me pidieron que pujara aunque mi cuerpo me decía que bebé estaba cerca pero que podíamos esperar un poco más.  Sentía que todavía faltaba algo de tiempo, no tenía el deseo de pujar, pero mi doctor aprovechó el furor del momento y sin mi autorización ni conocimiento me aplicó la famosa pitusina.  Aunque de esto no me di cuenta, supe de ese detalle cuando vi el video del parto y ¡fue tan frustrante! No sólo fue la pitusina, también vi cómo iba directo con las tijeras a cortarme y hacerme una episiotomía pero justo en ese momento mi bebé salió.

Mi doctor me dilató tanto con sus dedos y eso fue tan doloroso que me retorcí en la camilla ocasionando esto que me desgarrara internamente hasta que finalmente mi bebé nació vía vaginal, yo me sentía feliz por tener a mi bebe entre mis brazos, pero muy frustrada, justo cuando le cortan el cordón umbilical a mi bebe llegó mi esposo.  Si hubiesen respetado mi cuerpo, mi esposo hubiese podido estar presente en el momento que nació nuestro bebé. Fue una experiencia hermosa, hasta que llegué al hospital. Después de esto he sanado ese sinsabor de la experiencia en el hospital amamantando a mi bebe quien ya tiene 17 meses. A Dios gracias por tan hermosa bendición.

Mensaje de Lizary a las lectoras de HDP:

Aunque me crié en un hogar lleno de amor tengo que confesar que fueron muchas las inseguridades adquiridas para todo desde mi infancia, fueron muchos los miedos que bloquearon mi capacidad para tomar decisiones correctas en mi primer embarazo. Pero Dios me dio una segunda oportunidad y con esta experiencia aprendí que Dios nos hace perfectas y  que aunque  pueden pasar cosas,  nuestro cuerpo está perfectamente diseñado para parir. Ejecuté los dones que Dios nos da a las mujeres. Es nuestra responsabilidad exigir lo que queremos, exigir nuestros derechos, orientarnos correctamente, buscar información correcta y oportuna y velar por que todos los involucrados en este proceso cumplan tus deseos tal como lo quieres. Nosotras mismas somos las mejores abogadas nuestras y de nuestros bebés, pero para esto tenemos que educarnos, empaparnos, exigir y velar por que cada cual cumpla su parte.

Las historias de nacimiento publicadas en Historias de Parto, no son de la autoría de ninguna de sus fundadoras (Adamarys Feliciano, Yarilis García o Heidy Norel). La edición a los escritos es parcial y responde únicamente a asuntos de lenguaje.

5 pensamientos en “Dos partos, dos bendiciones, una gran lección

  1. Que historia tan bella eh informativa. Me has hecho reír también. Eres un ser humano tan fuerte y tan bello. Le doy gracias a Dios por que con tus experiencias y bondad se que ayudas a muchas personas.

    Ay que tomar control de nuestro cuerpo y se que si fuera bendecida con otra barriguita, todo será diferente a mi ultimo parto.

  2. Tengo que recalcar que mi Doula (Yari) fue ese angel que Dios envio para bendecir mi vida y la de mi familia. No tengo palabras suficientes que expresen el gran agradecimiento que siento desde lo mas profundo de mi corazon por todo lo que hizo por mi y mi bebe.

  3. Me hiciste reir con lo de sludar a los postes jajaja. Tremenda historia. Tambien me frustre cuando mencionaste q el Dr q puso pitsina 😦 pero q rico el poder tener a tu doula contig

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