Por: Yanira González
«A eso de las 6:30am llegó mi doctor , quien al revisarme se percata de que ya tenía 7cm de dilatación. ¡ Wao! ¡Y sin haber hecho nada más que respirar y aguantar ese necesario dolor fisiológico del parto! No hubo Pitocina, ni pastillita, ni Demerol en fin nada de medicamentos...»
Mi esposo y yo llevábamos apenas 5 meses de matrimonio cuando nos enteramos de la gran noticia; esperábamos nuestro primer bebé. Fue un embarazo hermoso. Me lo disfruté al máximo. No tengo duda de que una de las etapas más hermosas que vive una mujer es cuando se está gestando un ser dentro de su vientre.
Una semana antes de irme de parto, el doctor me examinó vaginal por primera vez. En esa cita recuerdo como si hubiese sido ayer ese examen vaginal, creo que vi estrellitas y todo. Pero era primeriza y a pesar de todo lo que había leído y todo el conocimiento que había adquirido por los libros, ninguno de ellos me enseñó acerca del STRIPPING (what?). Si ese es un método que utilizan algunos doctores para inducirte el parto con sus dedos, no es solo Pitocina o la gran pastillita Cytotek (cosa que me enseñó luego mi Doula Yari en el segundo embarazo). Así que ese día hasta boté el tapó mucoso. Mi última cita con el ginecólogo fue lunes 1ro de febrero. Según el doctor me encontraba en 1cm. Se despidió de mi diciendo: «Te veo el jueves, si no antes!»
Fue en la madrugada del 2 de febrero de 2010 con 37 semanas y 2 días, que estando dormida una fuerte contracción me levantó. Decido ir al baño y vaciar mi vejiga puesto que esto me había resultado en otros periodos de contracciones de práctica. Al levantarme, toda soñolienta me miro y noto que mi pijama estaba mojada pero era tanto el sueño que dentro de mi inexperiencia como primeriza, ¡ no había caído en cuenta de que había roto membrana! Cuando me acomodo para seguir durmiendo, otra fuerte contracción me lo impide y es ahí cuando reacciono y le digo a mi esposo que había roto fuente. Miro el reloj y decido darme un baño con mi santa calma, pero vino otra contracción en menos de 5 minutos. No nos hicimos esperar más pues había llegado la hora de salir de prisa al hospital. Con maleta y maquillajes en mano (¡claro, quería que mi Princesa me viera REGIA!) Tanto fue así que al llegar a sala de emergencia cuando la enfermera me pide mi plan médico, ¡me percaté de que había dejado mi wallet en casa!…jajaja… =) Estaba sin dinero y sin plan médico, pero regia.
Eran alrededor de las 12:45am cuando llegué. Aproximadamente a las 2:00am me revisa el ginecólogo de y confirma que había roto fuente y que mis contracciones eran cada 4 minutos pero solamente tenía 1cm de dilatación. Su solución era que me pusiera a pujar durante las contracciones porque según él podía acabar en una cesárea ya que mi bebé no tenía casi líquido amniótico y no había dilatado.
Me dije a mi misma: «Si, como no con este dolor que me corta la respiración, ¿cómo pretende que puje?” Y decidí ignorar sus palabras. ¿Qué riesgo verdad? cuando el Dr. era el…
Pero mi Dios tuvo control de todo y todo transcurrió normal. La mejor decisión que tomé fue escuchar mi cuerpo perfectamente diseñado por Dios para parir, así que no esforcé mi útero. A eso de las 2:45am ya me encontraba en sala de partos esperando el gran momento junto a mi esposo. Así que tendida en la camilla con IV y correas lo único que hice fue obedecer mi cuerpo y hacer lo que me pedía. Entre cada fuerte contracción solo respiraba hondo y apretaba las barandas de la camilla. En todo momento me acompañó mi esposo quien quiso poner en práctica los masajes y técnicas que aprendimos en las clases de parto, pero en ese momento sólo quería que estuviera ahí apoyándome en silencio y tan hermoso el así lo hacía. A eso de las 6:30am llegó mi doctor, quien al revisarme se percata de que ya tenía 7cm de dilatación. ¡ Wao! ¡Y sin haber hecho nada más que respirar y aguantar ese necesario dolor fisiológico del parto! No hubo Pitocina, ni pastillita, ni Demerol en fin nada de medicamentos, el doctor sí tenía claro en que yo no quería y que no era necesario. Al irse el doctor le dije: «No se vaya lejos»…pues mi cuerpo me avisaba que la hora estaba cerca.
A las 7:30am llamé a las enfermeras pues tenía pujo. Entre el pujo y los dolores me parecía emocionante ver cómo llegó un equipo de trabajo a preparar bandejas y utensilios para recibir a mi niña que ya casi llegaba. Lo único que hice fue pujar cada vez que mi cuerpo me lo pedía. Llegó el doctor, sin preguntar o más bien como rutina me hizo episiotomía y continué pujando, ¡hasta que llegó al mundo mi Princesa amada! Eran las 7:50am.
Todo a mi alrededor se paralizó. Olvidé aquellos episodios de dolores necesarios. Había terminado con éxito mi labor de parto. Recuerdo con tanto amor y con lágrimas en mis ojos cuando desnudas ella y yo, comenzó a arrastrarse a mi pecho hasta adherirse a mi teta y comenzar a lactar. No podía creer que ese pedacito de carne y con un corazoncito latiente había salido de adentro de mi. Pude ver la grandeza de Dios en su inocente mirada. Desde ese momento mi vida cambió porque ella me enseñó la Bendición de ser madre. Mi primogénita.
En mi experiencia, cuando la mujer es tratada con respeto en la sala de partos, la tensión innecesaria desaparece del alumbramiento. Mamá y papá logran comunicarse y sobre todo, conectarse. Si bien en todos los escenarios, la mejor noticia es el nacimiento del bebé, no cabe duda que un parto respetado logra sacar lo mejor de cada mamá, papá y profesional de la salud.
SIN DUDA ALGUNA UNA DE LAS MAYORES SATISFACCIONES QUE SE PUEDE TENER ES SABER QUE PARISTE A TU HIJO CON TUS PROPIAS FUERZAS EN EL TIEMPO ELEGIDO POR DIOS, TU BEBE Y TU CUERPO…