Por Elizabeth Aldea Rosado
«Cuando ella me revisó estaba en 4 ½ centímetros de dilatación. ¡Dios mi cuerpo funciona! Entre almohadas, duchas, masajes, aroma, música, sonidos de la naturaleza, oración, vocalización, llegaron las 4:30 de la madrugada y tomamos la decisión de irnos al hospital.»
Primero quiero resaltar que el conteo regresivo marca el final de algo: un evento, una etapa, una competencia. Contar hacia atrás, que claro, si lo vemos desde el punto culminante donde luego de nueve meses esperamos por un bebé, el parto sería el final del embarazo. Así que desde la hora en punto donde nos enteramos que seremos padres comienza el conteo regresivo hacia el nacimiento de la criatura. Creo que desde aquí comienza la camisa de fuerza, la presión y, si como mi primer embarazo (esa es la segunda parte de esta historia), llegas a la semana 40, la situación es estresante, sobre todo de parte de la sociedad, de familiares cercanos y del doctor. El doctor te pone el reloj, pone fecha y comienza ese conteo regresivo. Sin embargo, nota que el título de este cuento es conteo progresivo. Sí, porque ahora entiendo que es progresivo al parto, a las condiciones idóneas que se dan físicamente para que eso ocurra, es progresivo al nacimiento de un ser, a convertirte en el vehículo para traer vida al mundo, progresivo a un proceso natural, perfecto, único e irrepetible.
Después de la traumática experiencia de que mi primer parto “fuera robado”, el VBAC fue un tema casi obsesivo para mí. Mi primera opción, para mi segundo embarazo, fue el Dr. Ramón Pérez y aunque no tuve mi parto con él, hoy día tengo el placer de conocer a tan excelente ser humano y me hubiera gustado parir con él. Sin embargo, no tengo NINGUNA queja del Dr. Miguel Vázquez Guzmán, con quien finalmente logré parir completamente natural y en un ambiente de respeto en el hospital.
Cuando supimos que seríamos papás nuestra oración de fe era dirigida al parto natural en todo momento. Sin embargo, pasaron mil cosas. Primero tiroides y niveles de azúcar en la sangre descontrolados (nunca he padecido de nada de esto). Luego vino la noticia de que tenía tres fibromas. En una cita de rutina vimos placenta previa. El doctor me explicó que había que esperar, que era prematuro para diagnosticar. Mi confesión de fe: “no se preocupe doctor que esa placenta se va a mover”. Cuando llegamos a casa lo primero que hicimos fue orar sobre el vientre intensamente pidiéndole a Dios que moviera la placenta. Lloramos y mi esposo fue sostén confesando una y otra vez que eso ya estaba resuelto, que Dios tenía todo en control. A cada cita que iba esperaba la gran noticia de que todo estaba bien, pero no llegaba. No te niego que cuando llegó la semana 24 (más o menos) y la placenta seguía en el mismo lugar sentí pánico. Cuando ya no esperaba nada porque lo había dejado en manos de Dios, escuché las dulces palabras: “sí, tu placenta está moviéndose, creo que podemos lograr el VBAC”. ¡Que alivio! Para la semana 30 mi hemoglobina estaba en 10. ¿Algo más? Me puse en marcha. El doctor me recetó inyecciones de hierro, pero en como en todo mi embarazo sólo tomé suplementos naturales (nada de prenatales recetadas, etc.) esta vez hice lo mismo. Combiné extractos naturales y poco a poco, pero bien poco a poco, llegamos a 12.5 de hemoglobina. “No sé lo que estás haciendo, pero lo que sea está funcionando”, me dijo el Dr. Miguel Vázquez. Él siempre dijo que yo era tremenda. Creo que le di esa imagen desde que llegué a la primera cita y le dije: “esto es lo que yo quiero… dígame si puede o no”. Ahora me río porque debió pensar que estaba loca o que estaba bien decidida y que no me iba a dejar intimidar. Pero gracias a Dios él fue un ángel y un apoyo en el camino y no un obstáculo en mi proceso, como debe ser.
Cada lunes en la iglesia oraban por las embarazadas y allí estábamos en primera fila orando por el cuerpo, el alma y el espíritu de Eddeniel. Le contábamos cómo queríamos que fuera su nacimiento y el parto natural que ansiábamos. ¡Que momentos especiales se vivieron allí! Todo mi embarazo viví las declaraciones de lo que quería. Además, hice todo lo que se debe. Me alimenté bien, descansé, hacía mis ejercicios de relajación y los de visualización, fui al quiropráctico, tomé suplementos naturales…
Mi esposo y yo decidimos hacerlo solos porque habíamos tenido una cita con una doula y no nos sentimos cómodos. Mi miedo era llegar al hospital “antes” de tiempo y que me pusieran el reloj del conteo regresivo para parir o si no cesárea, como me había pasado. Queríamos a alguien que estuviera en casa con nosotros y nos dijera cuándo era el momento indicado para salir al hospital, justo a parir. En mi proceso conocí a una luchadora mujer (Blanca I. Sáez) que fue mi mentora (fue VBA2C). Estábamos embarazadas al mismo tiempo. Ella me llevaba un mes de ventaja, así que lograría su VBAC primero que yo. Me recomendó a la partera más hermosa, especial, cálida, humana que pueda existir, Diana María Soler. ¿Pueden creer que la conocí apenas 12 horas antes de parir? Sí, porque habíamos decidido no tener a nadie… Sin embargo, el corazón de una madre y sus oraciones son directos al corazón de Dios. Mami, que no podía estar en el parto porque vivía fuera de Puerto Rico, me dijo que se sentiría más cómoda si había alguien allí en su representación. Así fue como decidí “darle la oportunidad” a Diana, ja, me la estaba dando Dios a mí.
Comencé mi trabajo de parto jueves en la noche, las primeras contracciones, pero no dije nada. Así pasé viernes, sábado, domingo y lunes. Cuando Diana llegó a casa para conocernos me dijo: “ay si yo creo que tú te pares hoy”. Fui a mi cita de seguimiento: cuello borrado un 70%, contracciones cada cinco minutos, cero dilatación. Me fui a casa sabiendo que no pasaba del siguiente día. Desde que me embaracé dije que pariría el martes, 4 de octubre de 2011. ¡La palabra y la visualización tienen poder y son reales!
En la noche del lunes 3 de octubre el dolorcito apretó. Mi esposo salía de trabajar a las 10:00 pm y cuando él llegó yo estaba sentada en la bola. Mientras yo respiraba, escuchaba mi música de relajación, pasaba una contracción, y hacía un ejercicio, mi esposo cenaba en el cuarto junto a mí y hablábamos tranquilamente de cómo habíamos pasado el día. Sentí deseos de orinar, me dio su mano para ir al baño y cuando fui a levantarme de la cama salió toda el agua que pudo de mi cuerpo. Sí que había que ver a mi esposo. Él no sabía si correr, si comer, si levantarme, secarme y caminaba de lado a lado sin sentido con el plato de comida en la mano. ¿Te imaginas la escena? Me da tanta gracia porque en lugar de él calmarme a mí yo lo calmaba a él. Llamamos a Diana, las contracciones en aumento, ella llegó hizo todo lo de rigor y me indicaba lo que sucedía y lo que debía hacer para enfocarme.
¿Qué me pasó? De todo, me dieron diarreas, dolor, vómitos, deseos de pujar cuando aún no estaba lista, calor, frío… Pero, nunca, nunca, nunca cambiaría esta hermosa experiencia por nada en mi vida. Yo no cuento todo esto para que te asustes, te dé pena o no sé qué, si no para que entiendas y te eduques respecto a la diferencia de cómo transcurre un parto fisiológico donde todo esto es normal, ocurre en paz, si te lo permiten, porque para esto estamos diseñadas, es un proceso de dolor natural y normal, nada que no podamos aguantar y que irónicamente disfrutamos porque sabemos cuál será el final o el principio. Además, yo que te puedo hablar de las dos experiencias: parto y cesárea, y jamás se compara una con la otra. Nunca dudé de mi capacidad de parir, jamás pensé que se me rompería el útero, tampoco estaba deseosa de que el dolor pasara, ni desesperada porque acabara todo, ni tan siquiera tomé el tiempo, es más, perdí la noción del mismo; simplemente hacía lo que Diana me decía y mi cuerpo quería. No pelear el dolor, concentrarme en el momento, relajarme cuando llegara la contracción porque era progresivo y necesario al parto. Diana hacía su parte, pero nosotros éramos los protagonistas del proceso. Cuando ella me revisó estaba en 4 ½ centímetros de dilatación. ¡Dios mi cuerpo funciona! Entre almohadas, duchas, masajes, aroma, música, sonidos de la naturaleza, oración, vocalización, llegaron las 4:30 de la madrugada y tomamos la decisión de irnos al hospital.
¡Llegué en 9 ½ cm! Esto es pan comido, pensé. Sin embargo, dos horas de pujo y cuando mi bebé llegaba a la cavidad vaginal donde todos celebraran ver su pelito la rotación no era efectiva. El bebé tenía presentación de cara; eso dificultaba las cosas y alargaba el proceso de nacimiento. La solución era que él mismo se virara mientras pujaba fuertemente. Pero eso no ocurría y yo estaba bien cansada. Hicimos de todo. El doctor le permitió a Diana que desempeñara sus conocimientos para ayudar en el proceso y nos dejó solos (mi esposo, ella y yo). Entre pujos y técnicas pasé tres horas, pero no lo lograba. En algún momento el grillo de la conciencia intentó atacarme: “si ya llegaste hasta aquí que más da una cesárea, casi lo lograste, ríndete, ya estás cansada”. ¿Sabes que hice? Acallé mi mente. Usé visualización; veía cómo mi hijo se posicionaba de la forma correcta y salía tranquilamente y me decía una y otra vez: “lo voy a lograr, yo no llegué hasta aquí para esto”. Y llegó el momento pico. “Llevamos tres horas pujando. Médicamente ya te puedo hacer una cesárea”. Las palabras del doctor retumbaron en mi cabeza. “Pero nosotros no llegamos hasta aquí para esto. Este es el parto de Dios, yo sólo soy un instrumento y lo vamos a lograr”, dijo el doctor. Luego, todo pasó muy rápido. Diana dijo: “Doctor con todo respeto, ¿puedo sugerirle que cambiemos de posición? ¿Podemos intentar la Mc Roberts para darle más espacio a las caderas y que el bebé logré virarse?” ¡Ay Diana! Hasta escribiendo lloro. Todavía me preguntó qué hubiera pasado si no hubieras estado allí y qué hubiera pasado si ella y el doctor no hubieran trabajo en equipo. Mi esposo se fue al baño (ahora sé que se arrodilló a orar), cambiamos de posición para parir y ¡aleluya! Bebé rotó. Yo no sé quién estaba más contento. Sólo recuerdo que empecé a orar y agradecerle a Dios por el doctor, por Diana, por las enfermeras, por todo el que estaba allí. Creo que no fueron ni tres pujos cuando salió la cabeza. Ese día sanó la herida de mi cesárea.
Aún con todo no me puedo quejar, me dejaron pararme al lado de la cama, hacer mis ejercicios en la bola, tuve música suave, el doctor era mi coach y sus palabras de apoyo y fe eran constantes. Pero sí quiero destacar que lamentablemente fui el último VBAC que practicó el doctor en el Hospital Auxilio Mutuo. Me trataron de maravillas, pero no quieren apoyar a las mujeres en el derecho a parir después de cesárea.
Aprendí que cada mujer, cada padre, cada niño tiene el derecho de elegir cómo quiere y dónde quiere nacer. Aprendí que no todo está en los libros, que los bebés no son un bizcocho para ponerle tiempo y sacarlos del horno cuando CREAMOS que están listos. Aprendí que lo más importante es conservar las relaciones, las que sean. Aprendí que cada parto es único e irrepetible y que las historias de cada ser humano son las que te forman. Aprendí que la violencia obstétrica empieza desde la imposición de la familia, la sociedad, los médicos y las instituciones y que las únicas que podemos cambiarla somos nosotras con cada parto. Aprendí que con cada parto respetado y cada VBAC ocurren transformaciones instantáneas de heridas emocionales viejas de familias enteras. Comienza con UNO, pero no es de uno, es de todos…
Felicidades y bendiciones para ese chico que hoy cumple su primer año de vida…
Wow!!! Me encanto tu historia, imaginé cada parte de la misma y me conmovió grandemente!!! Te felicito por ser tan luchadora y no darte por vencida! Bendiciones!
Que hermoso!! Bendiciones para su familia! Me hicieron llorar!
Nuestro cuerpo perfecto, trabajando en unión con nuestra mente! Porque la mente y el ser se unen para lograr lo mas deseado! la FE es nuestro sostén! Felicidades por este hermoso logro;_)
OMG!!! Bendiciones para ti y familia!!! Que Maravillosa Historia. Gracias por hacernos parte de ella!!!
Hermoso felicidades
QUE EMOCION Y FUERZA INTENZA, LOS FELICITO Y SOLO DIOS NOS CONFIRMA
QUE CON FE TODO PASA COMO UNO QUIERE. FELIZ 1 AÑITO QUE SEAS BENDE-
CISO POR NUESTRO SEÑOR Y QUE ME ALEGRO QUE ESTAS EN MANOS DE 2 SABI-
BIOS MAMA & PAPA. LA AYUDA EN EQUIPO ES UN LOGRO 100-PRE. FELICIDADES!
Wow lloré con tu historia! Ese doctor sin conocerlo creo q ya lo amo si todos fueran igual habrían más historias bellas como está!
Bella historia. Lo mío no fue VBAC. Era mi primer parto. Iba decidida a parir y lo hice luego de tres días 41.5 semanas de embarazo, tres días en sala de parto y 4 horas exactas pujando. No me arrepiento de ninguna de mis decisiones. Saludos y felicidades.
Brendaliz nos gustaría leer tu historia! 🙂